Publicado en La Razón, 23-III-2024
viernes, 26 de abril de 2024
La furia sádica de Auschwitzlandia
jueves, 25 de abril de 2024
Entrevista capotiana a Rafael Muñoz Zayas
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rafael Muñoz Zayas.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Seguramente mi casa, contiene
todo lo que necesito.
¿Prefiere los animales a la gente? No necesariamente.
¿Es usted cruel? Supongo que tengo
momentos en los que actúo con cierta crueldad, pero no son una constante ni un
rasgo definitorio de mi carácter.
¿Tiene muchos amigos? No, muy pocos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Algo parecido al
amor, pero más templado y no sé si más duradero.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, normalmente soy
más de decepcionar que de ser decepcionado.
¿Es usted una persona sincera? Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Divagando, pasando
de libro a libro, escribiendo un poco, viendo películas y estando con las personas
que quiero.
¿Qué le da más miedo? La condición humana.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La cobardía de los violentos que atacan a los débiles, la
ostentación de los que ejercen el poder, la falta de empatía entre seres
humanos.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Mi condición de escritor es
muy reducida. Me dedicaría a la vida contemplativa o a algún trabajo manual.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Si pasear
es un tipo de ejercicio físico, sí.
¿Sabe cocinar? Cocinar es uno de los grandes placeres
de la vida, me entretiene y me ayuda a pensar.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Les propondría
escribir sobre Gabriel Bagradian.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Libertad.
¿Y la más peligrosa? Dogma.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí. Simenon decía
que todo hombre puede llegar, en las circunstancias adecuadas, convertirse en
un asesino. También hay que tener voluntad y, sobre todo, no tener nada que
perder.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy más bien un
librepensador con tendencias socialdemócratas, aunque la política, por su falta
de altura ética e intelectual, me decepciona mucho. Es posible que sea un idealista, en más de un
sentido.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un ángel
de cobre de la catedral de Berlín.
¿Cuáles son sus vicios principales? Vicios menores y
cada vez más reducidos: café, alcohol, tabaco.
¿Y sus virtudes? La constancia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Espero que solo me
lleguen imágenes felices.
T. M.
miércoles, 24 de abril de 2024
Guerrear a través de la violencia sexual
Es el país más grande del mundo, ya se llame Imperio Ruso –como se conoció desde 1721–, República Socialista Federativa Soviética de Rusia, su nombre de 1917 a 1922, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, hasta 1991, o el que recibe desde entonces la denominación de Federación Rusa. Comoquiera que se llame, lo político ha empapado la vida del país en todo momento de la historia; sus diferentes gobiernos han intentado influir, controlar, dirigir y hasta eliminar a su población, encarcelando, desterrando, esclavizando o asesinando a gentes de todo tipo, de ambos sexos, de cualquier edad.
En contadas ocasiones, sin embargo, el azar o la desesperada necesidad de escapar de una nación obcecada en destruir la existencia de sus habitantes, o en sustraerles lo que tuvieran, ha llevado a milagrosas salvedades, plenas de sacrificios y traumas. En concreto, quiere referirme a la escritora brasileña Clarice Lispector: a aquella mujer de pasado familiar increíblemente sufriente en su tierra ucraniana dentro de una comunidad judía masacrada, y que había nacido en el pueblo de Chechelnik.
Como tantas otras, la casa de la familia Lispector fue arrasada por los bolcheviques; el abuelo fue asesinado y la madre, violada por un grupo de soldados rusos que, para colmo, le contagiaron la sífilis. Por entonces, una superstición decía que una enferma de tal dolencia venérea podía curarse si se quedaba embarazada de nuevo, y así fue concebida la que llamaron Chaya, que significa «vida» en hebreo. Dos meses después de haber sido alumbrada, la familia consiguió pasar a Moldavia y de allí a Rumanía, donde pudieron obtener pasaportes rusos en 1922 y dirigirse a Brasil, donde la criatura sería renombrada como Clarice.
Este caso particular ejemplifica cómo era vivir una guerra en tierras rusas, en su guerra civil, de 1917 a 1923, entre el Ejército Rojo de los bolcheviques, tras la disolución del Imperio ruso, y el Movimiento Blanco, compuesto por los militares del exejército zarista y los mencheviques. En el año del nacimiento de Clarice, 1920, hubo al menos mil pogromos cometidos por todos los bandos de la guerra; la Cruz Roja rusa estimó que al menos 40.000 judíos fueron asesinados y, por otra parte, también se encontraría lo que Benjamin Moser da en llamar la prevalencia de la violación, otra característica de los pogromos al igual que el robo a los judíos de todas sus propiedades.
Vaginas apuñaladas
«Esto no es inusual; la violación es el elemento esencial de la limpieza étnica, diseñada tanto para humillar a las personas como para matar y expulsarlas. La Ucrania del momento de la guerra civil no era distinta», dice este biógrafo de Lispector Y en verdad, la estampa ofrece una imagen tan infernal que estremece pensar en cómo «miles de muchachas fueron sometidas a violaciones colectivas; después de un pogromo, “se encontraba a muchas de las víctimas con una navaja y heridas de sable en sus pequeñas vaginas”». Asimismo, derivada de la guerra, estaba sucediendo una hambruna devastadora: en los años 1921 y 1922, se calcula que murió un millón de personas en Ucrania de pura hambre.
Un siglo después, esa misma zona sufre calamidades atroces, tras dos años de duración de la guerra con motivo de la invasión rusa del país. Las mismas de antaño, comprobamos al leer –con un nudo en la garganta en muchos momentos– el libro de Sofi Oksanen “Dos veces en el mismo río. La guerra de Putin contra las mujeres” (traducción de Laura Pascual). Ella, también, pese a haber nacido en Finlandia en 1977, proviene de una de aquellas familias con un pasado monstruoso por culpa de las contiendas y los totalitarismos. Empieza así hablando de su tía abuela estonia, la cual padeció una agresión sexual una noche por parte del ejército soviético en 1944 que la llegó a enmudecer para siempre.
Ya en “Purga” (Salamandra, 2011), su tercera novela, y superventas, Oksanen ya había abordado cómo en una zona rural de una recién independizada Estonia, una anciana encontraba en su jardín a una veinteañera rusa, víctima del tráfico de mujeres, que había logrado escapar de sus captores. De hecho, la autora hace referencia a esta obra suya al comienzo de su nuevo trabajo, en que ya deja claras las concomitancias del presente con lo ocurrido en la década de los cuarenta: «Esto es así porque Rusia ha estado empleando en Ucrania el mismo manual que en sus anteriores guerras de conquista: el terror de la población civil, las deportaciones, la tortura, la rusificación, la propaganda, los procesos judiciales simulados, las falsas elecciones, la culpabilización de las víctimas, los flujos de refugiados, la destrucción de la cultura».
Destruir la memoria
Al hilo de lo ocurrido en la tierra de sus antepasados, Oksanen cuenta cosas tremebundas con respecto a los extremos, realmente psicopatológicos, a los que llegó el sistema opresor soviético. Por ejemplo, dice que para cualquier familia estonia, la ocupación soviética “significaba, entre otras cosas, que había que quitar de los álbumes todas aquellas fotografías que pudieran considerarse peligrosas y destruirlas, enterrarlas o esconderlas detrás del papel pintado, como hizo mi familia. Y si las conservaban de un modo u otro sólo podían enseñárselas a la gente de más confianza”. Esas simples imágenes eran una amenaza: testimonio de la memoria de los difuntos, y la Unión Soviética pretendía destruir la memoria porque “mantienen vivo el recuerdo de experiencias que se quieren erradicar, el de las víctimas de los crímenes que ha cometido y el la propia Ucrania independiente”.
Pero, por supuesto, lo más estremecedor del libro serán los casos que se van documentando de los abusos de los soldados rusos, que en medio de la guerra se sienten impunes para perpetrar atrocidades a las mujeres. Ejemplo de ello es Mijaíl Romanov, marido, padre y soldado del ejército ruso que, en la primavera de 2022, entró en un edificio de Kiev, mató a su propietario y violó durante horas a la mujer a la que acababa de dejar viuda. “Según se ha sabido, el hijo del propio Romanov tiene la misma edad que el de la víctima, que estaba llorando en la habitación de al lado durante los hechos”, apunta Oksanen. Cuando menos, Romanov fue juzgado “in absentia” por violación en Ucrania en lo que constituyó el primer juicio de este tipo, y la investigación sobre las brutalidades rusas, añade la escritora, no ha hecho más que empezar.
Por supuesto, se trata de una situación, esta de la violencia sexual, que “traumatiza y destroza a familias y a comunidades enteras durante generaciones, y transforma la estructura demográfica, de ahí que esa arma ancestral sea un instrumento de conquista tan popular y que Rusia siga utilizándola”. En el caso de Ucrania, Oksanen se pregunta si se está utilizando la violación como instrumento de genocidio. No en vano, Rusia, junto con la afirmación constante de que Ucrania no es un Estado, ha reconocido que “violan a la víctima para que ésta ya no quiera mantener relaciones sexuales con ucranianos, o que castran a los prisioneros de guerra para que ya no puedan tener hijos”. Una crónica esta, en definitiva, que no puede tener más actualidad y ser más oportuna para informar y concienciar a la sociedad, y ojalá, a los llamados a impartir justicia y castigar a los culpables.
Publicado en La Razón, 16-III-2024
martes, 23 de abril de 2024
Entrevista capotiana a Sergio Waisman
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sergio Waisman.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Amsterdam.
¿Prefiere los animales a la gente? No.
¿Es usted cruel? En general, no.
¿Tiene muchos amigos? No.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Chispa.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No.
¿Es usted una persona sincera? Sí.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Con música.
¿Qué le da más miedo? La cárcel.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Es un poco larga la lista. Hoy en día, la situación en el
Medio Oriente.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Inteligencia artificial.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? ¡Sí! Fútbol.
Tenis.
¿Sabe cocinar? Un poco. Lubina. Langostinos. Y asado.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Joseph K.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Home.
¿Y la más peligrosa? Todo depende del contexto.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Estoy siempre a favor de los derechos humanos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un pájaro migratorio.
¿Cuáles son sus vicios principales? No creo en el
concepto.
¿Y sus virtudes? Ni idea.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? I would prefer
not to.
T. M.
lunes, 22 de abril de 2024
Dos rivales para descifrar un jeroglífico
Publicado en La Razón, 9-III-2024
domingo, 21 de abril de 2024
Entrevista capotiana a María J. Mena
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María J. Mena.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Asturias. Tradición literaria y cultural, un
medio natural como pocos… Un lugar al que, por trabajo o por placer, vuelvo
siempre que puedo.
¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a
algunas personas y a algunos animales.
¿Es usted cruel? No. Lo he intentado,
pero no se me da bien. No me gusta la crueldad. Creo que es un acto innecesario
y que denota cierto desequilibrio mental en quien la ejerce.
¿Tiene muchos amigos? Amigos y conocidos
tengo muchos. Otra cosa es hablar de buenos amigos. Con la edad creo que nos
volvemos más selectos. Además, soy bastante sensible y he llegado a la
conclusión de que «muchos» y «buenos amigos» son dos aspectos que no casan bien.
La amistad, la de verdad, la terapéutica, es un tesoro que hay que proteger y
cuidar y, además, es escasa. De la misma forma nos tenemos que proteger de los
falsos amigos o de quienes han dejado de serlo. Las malas relaciones pueden
llegar a hacer mucho daño.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sepan estar
cuando los necesito, que me apoyen en mis proyectos, que me cuiden y que tengan
sentido del humor y del amor. También, que entiendan que si no estoy para
ellos, es porque en algunos momentos, necesito estar para mí, que no es que no
los tenga en cuenta, es solo que necesito todo mi tiempo y energía para hacer algo
que para mí es importante.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, mis amigos no me
decepcionan, lo hacen los que no lo son. Si un amigo me desilusiona, dejo de
considerarlo como tal, salvo que tenga intención de mejorar las cosas o haya
alguna causa que justifique su actitud. Todos nos equivocamos o comentemos
errores, pero hay que saber disculparse. Cuando hablo de desilusiones, hablo de
cosas importantes, no de contestar a un mensaje o bobadas así. Tengo amigas a
las que no veo de forma habitual, pueden pasar años incluso, y cuando nos
encontramos de nuevo, parece que nos hubiéramos visto ayer.
¿Es usted una persona sincera? Demasiado.
En ocasiones, he llegado a tener problemas por eso. De todas formas, con los
años, se modera todo. La sinceridad también. He aprendido a mirar hacia otro
lado y morderme la lengua, salvo casos de fuerza mayor o a entender que nadie
está en posesión de la verdad, y menos yo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta mucho
viajar, lo que no quiere decir irse al otro lado del mundo, pueden ser viajes
cortos o escapadas. Además, soy de Madrid. Creo que esta ciudad nos expulsa de
vez en cuando y hay que saber alejarse de ella. También me gusta escribir, el
cine y el teatro y leer, claro. Leer siempre. Y, por supuesto, estar con mi
familia y con mis seres queridos, disfrutar de una conversación estimulante o
de la buena gastronomía. Esto último cada vez más.
¿Qué le da más miedo? El dolor
(propio o ajeno), el narcisismo, el ansia de poder y la ignorancia intencional.
Unidos son un cóctel demencial.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? La corrupción, el maltrato y la desfachatez y falta de
responsabilidad de algunos o algunas políticas. No se puede abrir la boca y
esperar que lo que decimos no tenga repercusión mediática. Pero, sobre todo, me
escandaliza que los demás no se escandalicen de lo mismo que yo.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Es difícil decirlo. Creo
que la escritura no se elige. Es una forma de relacionarse y entender el mundo.
No podría no hacerlo, salvo que quisiera dejar de estar aquí y eso, a día de
hoy, no entra dentro de mis planes. Además de escribir, me interesan las
actividades humanitarias. Creo que ayudar a otro debería ser una materia de
obligado cumplimiento en los centros escolares, algo al margen de credos e
ideologías. Ahora que hemos relegado la religión, pienso que el hombre y la
mujer han de dar alimento, tanto a su parte humana, como a su ser espiritual,
han de continuar haciéndose las grandes preguntas y buscando respuestas y yo
creo que solo siendo capaz de percibir el sufrimiento de los demás, puedes entender
la verdadera magnitud del dolor y cambiar tu actitud frente a la vida.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me gusta
mucho nadar y pasear. Antes hacía mucho más deporte, ahora apenas tengo tiempo.
No obstante, intento ir al gimnasio un par de sesiones por semana, pero, últimamente,
me resulta hasta imposible cumplir esto.
¿Sabe cocinar? Reconozco que la cocina no
es mi fuerte. Para esto, como para todo lo que es creativo hace falta tiempo y
yo carezco de él, por lo que al tener que dosificarlo elijo otras facetas que
me reportan mayor satisfacción.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Antoine
de Saint-Exupéry. Me encantaría saber cómo consiguió escribir una obra breve, universal,
que cada vez que se lee tiene una lectura distinta, y que puede leer
cualquiera. También, descifrar el misterio de su desaparición.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Vida.
¿Y la más peligrosa? Venganza. Sobre todo,
la que pasa de padres a hijos porque llega distorsionada.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? En mi
imaginación muchas veces, pero solo en mi imaginación. La escritura te da
cierto margen de maniobra homicida. Pero en la vida real, no soy capaz ni de
matar a una mosca. Me cuesta hasta podar mis plantas, con eso lo digo todo, ja,
ja, ja.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy
bastante optimista en este punto. Creo que llegará un día en el que el ser
humano tenga tal nivel intelectual y formativo que sea capaz de organizar una
forma de sociedad justa en la que no necesite que ningún otro ser lo gobierne.
Obviamente, esto es una utopía, pero hacia allí deberíamos conducirnos. De esta
forma, cuando la responsabilidad de nuestros actos recaiga sobre nosotros,
quizá cambien algo las cosas. Por otra parte, soy solidaria. Creo en el reparto
de riqueza y en una sociedad ecuánime e igualitaria, sin menoscabar el esfuerzo
personal. Valoro más la cooperación, que la competencia. Creo que es mucho más
productiva para todos. El problema de la política hoy en día es que ha
eliminado la palabra «todos» de su mapa de coordenadas y que se ha convertido
en un producto de marketing, muy de
nuestros días, en un show, a veces
un tanto esperpéntico.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No cosa,
no, persona. Me gustaría ser Cervantes y escribir el Quijote. Eso sí,
si puedo pasar por encima de cautiverios y otros infortunios. Aunque pensándolo
bien, tampoco me importaría ser el propio Quijote, a veces, hay que estar un
poco ido para poder hacer lo que en verdad deseas.
¿Cuáles son sus vicios principales? Tengo
pocos vicios, lo confieso. Ni principales, ni secundarios. No consumo drogas,
ni tabaco y tomo alcohol de forma muy esporádica. Si acaso alguna copa de vino
y casi siempre durante alguna comida o una cena. Me gusta la buena gastronomía,
si puede considerarse vicio, y el café. No puedo vivir sin él. El resto de
cosas no mencionadas, para mí, no son vicios.
¿Y sus virtudes? No tengo ni idea. Supongo que
alguna tendré, pero creo que no soy yo la que debiera decirlo. En cualquier
caso, me gusta vivir mi vida sin meterme ni inmiscuirme en la vida de nadie y
creo que eso es una virtud. Tampoco juzgo a los demás. Cada uno que viva su existencia
como crea que ha de hacerlo, si no hace daño a nadie con ello. Pero ya le digo,
no sé si esto son virtudes o no.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Depende de lo que se
entienda por esquema clásico. Creo que pensaría, sobre todo, en mis hijos. Me
despediría de ellos y les desearía una vida venturosa, ahora que sé que me estoy
muriendo y que no podré protegerlos. Que sean libres, buenos y felices y que no
dejen que nada corrompa su hermoso espíritu.
T. M.
sábado, 20 de abril de 2024
Hoy 4 textos en "Cultura/s" de "La Vanguardia"
viernes, 19 de abril de 2024
Entrevista capotiana a Javier Núñez
En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Núñez.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La idea de no poder salir nunca de algún lugar
me produce algo parecido al horror. Pero, puestos a elegir, supongo que una
casa con un patio con árboles bajo los cuales pueda sentarme a leer, y en lo
posible con vistas al mar o la montaña.
¿Prefiere los animales a la gente? No. Me
gustan algunos animales en particular, y sin dudas hay muchas personas a las
que detesto. Sin embargo, a pesar de que los esfuerzos que hace una parte muy
grande de la humanidad para que renunciemos a toda esperanza, sigo creyendo en cierta
gente. Me quedo con esos.
¿Es usted cruel? Supongo que puedo
llegar a serlo. A nivel verbal, me refiero. O que puedo ser huraño, y aislarme
en mí mismo; a veces eso puede ser visto como una especie de crueldad.
¿Tiene muchos amigos? Cercanos, unos pocos.
No me definiría como una persona particularmente sociable. Sin embargo, también
tengo grupos de gente que estimo y con la que me gusta conversar y pasarla bien
y en los que encuentro ese punto de refugio que a veces brinda la amistad.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Hay amistades que se
han dado o se han construido por el reconocimiento y la conjunción de diferentes
cualidades. Aunque imagino que hay características que son más frecuentes. Capacidad
de conversación y de escucha mutua y una cierta sensibilidad frente al mundo, por
ejemplo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Creo que nadie está
a salvo de la decepción, pero me resisto a pensarlo como algo que me suele
ocurrir. Me parece que la vida nos transforma a todos, que hay momentos en que
somos parte de determinadas circunstancias que nos acercan o nos distancian, y nuestra
forma de lidiar con eso es parte de la relación.
¿Es usted una persona sincera? Soy una persona
razonablemente sincera, dentro de las imposturas y omisiones aceptables para convivir
unos con otros. Uno siempre se adapta a ciertas convenciones y se pone ciertos
trajes. Ni actúo ni voy por el mundo despojado de toda máscara. Digamos que soy
lo suficientemente auténtico, y que lo que muestro se acerca bastante a lo que
soy.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo y mirando
películas o series, o sentado a una mesa con amigos y vino.
¿Qué le da más miedo? Acostumbrarnos
al horror.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? El abuso infantil, el ejercicio de la violencia en
situaciones de absoluta inequidad, la injusticia, la hipocresía de los
poderosos, la indiferencia
ante la desigualdad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Lo que hago el resto del
tiempo en que no estoy escribiendo o pensando en la escritura: empleado de
oficina, hombre de familia, etcétera. Soy escritor solamente en los paréntesis
de otras actividades que me sostienen y que ocupan la mayor parte del día. Pero
me cuesta mucho imaginarme una vida desligada de algún tipo de creatividad. Supongo
que si no hubiera sido escritor hubiera querido ser dibujante. O hacer cine. Si
tengo que pensar en algo completamente diferente, no lo sé. Tener una huerta en
un pueblo de montaña, o pescador en la costa del mar.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Ahora no. Solía
caminar por las mañanas, es algo que tengo que retomar.
¿Sabe cocinar? Sí, aunque no lo hago muy seguido.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Qué difícil. Pero
supongo que, antes que elegir alguna persona que admire o algo por el estilo,
me inclinaría por algún impostor célebre de la historia: Fréderic Bourdin,
Mario Bruneri, Arthur Orton, Arnaud du Tilh. Es una temática que me apasiona.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Amor.
¿Y la más peligrosa? Amor.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Claro. Pero no a
nivel real, sino como puro instinto.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Progresista, con
aspiraciones a vivir en una sociedad más igualitaria, justa, redistributiva, y libre
—muy lejos del manoseo al que los últimos sucesos han sometido a esta palabra
en mi país— donde las grandes mayorías puedan vivir mejor.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Dibujante
de cómics. O un personaje de ficción en novelas de aventura.
¿Cuáles son sus vicios principales? Beber y postergar
las cosas. También fumé muchos años: era mi vicio principal, pero lo dejé hace
7 años.
¿Y sus virtudes? No sé si muchas,
pero tengo algunas. No jactarme de ellas puede ser una.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Un collage de
momentos superpuestos y desordenados. Algunos lugares, momentos, personas. Un
árbol en el fondo del patio, el aljibe en la casa de mi bisabuelo en Córdoba,
una plaza donde jugábamos al fútbol. La risa de mis hijos. Los cuadernos en los
que escribía a veces. Las rutas que llevaban a algún lado. Un puente, algunos
abrazos, un montón de pequeños momentos. Supongo que eso, sobre todo. Un montón
de pequeños momentos que a veces parecen pasar de largo y, acaso, vuelvan al
final.
T. M.
jueves, 18 de abril de 2024
La biografía definitiva de Lord Byron: una vida de película para un genio políticamente incorrecto
Hoy está muy olvidado, en contraste con lo grande que fue en su época, aun manteniendo su nombre el estatus de clásico de la novela histórica y de aventuras. Nos referimos a un poeta que trascendió por su narrativa de tono épico, Walter Scott, pero del que se olvidaron sus versos. Y sin embargo, estos en su día «fueron recibidos con gran entusiasmo», gracias en parte a «las cualidades líricas de sus canciones y romances, muchos de ellos insertos en sus novelas o poemas extensos», como dijo Esteban Pujals. Es más, «es probable que el barco escocés jamás se hubiera decidido a transformarse en novelista, de no haber aparecido quien le venciese en su propio terreno y orientara el gusto del público que leía poesía de ambiente histórico medieval hacia el poema de valor personal salpicado de vibrantes notas de pasión».
Se estaba refiriendo este estudioso con ello a Lord Byron, que tanto destacó en el campo del poema narrativo y dramático, con obras como “Childe Harold” y “Don Juan”, y cuyo influjo en la literatura europea y norteamericana fue instantáneo e inmenso, acompañándose todo de todo su halo de rebeldía y exaltación que arrastró siempre en su, por lo demás, breve vida: 1788-1824. Esta tuvo un punto de inflexión bien curioso hace algo más de doscientos años, en 1816, después de que el abril del año anterior, el monte Tambora, en una isla indonesia, entrara en erupción. A raíz de ello murió la población del entorno por miles, tanto directamente como por los cultivos arrasados, y el efecto se extendió hasta el planeta entero, llegando a la estratosfera los aerosoles y las cenizas producidas por la explosión y haciendo que la Tierra sufriera un gradual descenso de las temperaturas (una media de tres grados) que hizo que 1816 careciera de verano.
El Sol no podía atravesar las partículas de cenizas que se mantuvieron en el aire durante meses y el cielo se inundó de colores inéditos. Del volcán emergieron cenizas que llegaron a cientos de kilómetros de distancia, a lo que se añadió la lluvia de grandes piedras pómez e incluso un tsunami que arrasaría varias islas. El enfriamiento conllevó anomalías climáticas que provocaron tanto sequías y lluvias desaforadas como heladas imprevistas y enfermedades infecciosas letales. La vida cotidiana de la gente, así, se vio sometida a los vaivenes del clima, y las lluvias torrenciales tan pronto podían enclaustrar en sus casas a millones de habitantes de medio mundo, en lugares tan alejados de Indonesia como Suiza. Aquí, cerca del lago Leman, aquel año, unos cuantos amigos tuvieron que permanecer dentro de la residencia veraniega que estaban ocupado, la llamada Villa Diodati: el poeta Percy Bysshe Shelley y su mujer Mary, y el famosísimo escritor Lord Byron y su médico personal, John William Polidori.
Testigo de Frankenstein
Pues bien, la historia de aquella estancia suiza asegura que, por mero pasatiempo para soportar lo mejor posible esas jornadas de tiempo infernal, estos literatos inventaron un reto que estaba muy acorde con el ambiente que se respiraba, esto es, escribir cada uno la narración más terrorífica posible. El resultado de aquella curiosa competición cambiaría el curso de la literatura y hasta de la cultura popular moderna. Byron concibió el poema «Oscuridad», donde se lee cómo «el Sol se había extinguido y las estrellas / vagaban a oscuras en el espacio eterno. / Sin luz y sin rumbo, la helada tierra / oscilaba ciega y negra en el cielo sin luna»; Polidori escribió «El vampiro», donde se vengaba del poeta poniéndole como un mujeriego sin escrúpulos, y Mary Godwin Wollstonecraft, recién casada con Shelley, “Frankenstein o el Prometeo moderno”.
Este episodio, uno de tantísimos llamativos en la vida de Byron, tiene un peso preponderante en un libro que la crítica literaria británica ha calificado de biografía definitiva del poeta. Lo firma Fiona MacCarthy (1940-2020), que en 2009 fue nombrada Oficial de la Orden del Imperio Británico por sus servicios a la literatura, y se titula “Byron. Vida y leyenda” (traducción de Juan Rabasseda, Teófilo de Lozoya y Pablo José Hermida). MacCarthy alcanza de este modo un hito bibliográfico en torno a un escritor del que se han escrito ríos de tinta, a partir de estudiar diversos archivos y la correspondencia y los manuscritos del bardo inglés; en efecto, toda una leyenda desde que halló la muerte en Missolonghi, en la guerra de la Independencia de Grecia, que estaba sometida al imperio otomano, después de un ataque epiléptico y unas sangrías mal aplicadas.
La autora recorre toda la trayectoria del que nació con el nombre de George Gordon Byron, en Londres, y que era descendiente de una estirpe de aristócratas marineros, si bien el lector verá que de su padre solo heredó deudas. Es un Byron infante que sufría malformaciones, al haber nacido con los dedos del pie derecho hacia dentro, y que arrastró una cojera que le acompañó por siempre. Sin embargo, tal cosa no impediría que dejara libres sus ímpetus de peripecias y afán viajero, por no hablar de su carácter seductor y, naturalmente, de su impronta como poeta romántico, con otras obras como “La visión del juicio”, “Manfredo” o “Caín”. «Descansa en paz, amigo, tú corazón y tu vida han sido grandes y hermosos», escribió Goethe, que lo consideraba el mayor genio de su siglo, al enterarse de su muerte.
Vida de película
Dejaba atrás una de esas vidas de novela, de película, diríamos hoy, por la que pasa la biógrafa por medio de asuntos tan turbios como la relación incestuosa con su hermana o su atracción por varones adolescentes. Pero tal vez el Byron que llamará más la atención es el que está en constante búsqueda por Europa de emociones fuertes, desde que, como cuenta MacCarthy al inicio del libro, fuera en 1816 de Bruselas a Ginebra y a Italia “en su monumental carruaje napoleónico negro. Ese coche especialmente diseñado, una lujosa versión del celebrado carruaje del propio emperador Napoleón capturado en Genappe, no solo incluía el diván de Byron, sino también su biblioteca de viaje, su baúl para platos y su equipamiento de comedor” (que el autor no pagó, por cierto).
Así era Byron, genio y figura, un autor exquisito en lo poético y extravagante en sus formas sociales. Al respecto de esos tiempos napoleónicos (tiene una presencia determinante en el libro su compromiso con los valores de la Revolución Francesa), dijo: «Vivimos en tiempos gigantescos y exagerados». Y tal vez, con esta expresión, en realidad, quisiera hablar de sí mismo, tomando como excusa el hecho de compararse con el que fue el acicate de su ambición, el emperador francés con quien compartía tantas cosas relacionadas con ese pulso extravagante, disidente y hasta glamuroso. Es más, «su identificación personal con el emperador era tal que sus derrotas le provocaban una reacción física –refiere la investigadora–. Después de Leipzig en 1813, Byron estuvo postrado por la desesperación y la indigestión, gimiendo en su diario: “¡Oh, mi cabeza!, ¡cómo me duele!, ¡los horrores de la digestión! Me pregunto cómo le sentará la cena a Bonaparte”». Incluso al año siguiente, tras la abdicación y el exilio a Elba, Byron apuntó que había hecho una oda a su ídolo, al cual por otra parte no perdonaría nunca, viéndolo como lo veía, como un héroe, su rendición.
Publicado en La Razón, 2-III-2024